26.9.10

List 003

Diez mejores escritores vivos.


1. Gabriel García Márquez


2. Haruki Murakami


3. Jonathan Safran Foer


4. Tom Wolfe


5. Zadie Smith


6. Irvine Welsh


7. Nick Hornby


8. Alan Moore


9. Paul Auster


10. Eduardo Galeano

25.9.10

List 002

Diez mejores escritores muertos.


1. Oscar Wilde


2. Virginia Woolf


3. J.D. Salinger


4. J. R. R. Tolkien


5. Mario Benedetti


6. Jack Kerouac


7. George Orwell


8. Khalil Gibran


9. Truman Capote


10. Jane Austen

15.9.10

List 001

10 mejores pasajes de El Guardián entre el centeno.

1. Salida del colegio, capítulo 7.
Estaba a punto de llorar. No sabía por qué. Me calé la gorra de caza con la visera echada hacia atrás, y grité a pleno pulmón: "¡Que durmáis bien, tarados!". Apuesto que desperté hasta el último cabrón del piso. Luego me fuí. Algún imbécil había ido tirando cáscaras de cacahuetes por todas las escaleras y no me rompí la crisma de milagro.

2.  Conversación con un taxista, capítulo 12.
-¿Cómo quiere que lo sepa? - me dijo- ¿Cómo quiere que sepa yo una estupidez semejante? -Bueno, no se enfade usted por eso, le dije.
-¿Quién se enfada? Nadie se enfada.

3. Palabras del director de Pencey, capítulo 2.
'La vida es una partida'. De partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca del lado de los que cortan el bacalao, desde luego es una partida, eso lo reconozco. Pero si te toca del otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es de partida, nada.

4. Convseración con Acley, capítulo 7.
-¿Qué te pasa ahora? ¿No ves que estoy durmiendo? 
-Oye, ¿qué hay que hacer para entrar en un monasterio?-se me acababa de ocurrir la idea de hacerme monje- ¿Hay que ser católico y todo eso?
-¡Claro que hay que ser católico! ¡Cabrón! ¿Y me despiertas para preguntarme esa estupidez?
-Vuélvete a dormir. De todas formas, acabo de decidir quiero ir a ningún monasterio. Con toda la suerte que tengo iría a dar con los monjes más hijoputas de todo el país. Al menos con los más estúpidos. 

5. Conversación con Sally acerca de escaparse, capítulo 17.
-He dicho que no, que no habrá sitios maravillosos a los que ir una vez que salgamos de la universidad. Entonces todo será distinto.Tendremos que bajar en ascensor rodeados de maletas y de trastos, tendremos que telefonear a todo el mundo para despedirnos, y mandarles postales desde cada hotel donde estemos. Y yo estaré trabajando en una oficina ganando un montón de pasta. Iré a mi despacho en taxi o en el autobús de Madison Avenue y me pasaré el día entero leyendo el periódico, jugando al bridge y yendo al cine, y viendo un montón de noticiarios estúpidos y documentales y trailers. ¡Esos noticiarios del cine! ¡Dios mío! No será lo mismo. Pero claro, no entiendes ni una palabra de lo que te digo.

6. En el museo de Historia, capítulo 25.
Eso es lo malo. Que no hay forma de dar con un sitio tranquilo porque no existe. Cuando te crees que por fin lo has encontrado, te encuentras con que alguien ha escrito un J... en la pared. De verdad les digo que cuando me muera y me entierren en un cementerio y me pongan encima una lápida que diga Holden Caufield y los años de mi nacimiento y de mi muerte, alguien escribirá la dichosa palabrita.

7. Despedida, capítulo 26.
De lo que estoy seguro es de que hecho de menos en cierto modo a todas las personas de las que les he hablado, incluso a Stradlater y a Ackley, por ejemplo. Creo que hasta al cerdo de Maurice le extraño un poco. Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.

8. En el cine, capítulo 18.
Lo más gracioso es que tenía al lado a una señora que no dejó de llorar en todo el tiempo. Cuanto más cursi se ponía la película, más lagrimones echaba. Pensarán que lloraba porque era muy buena persona, pero yo estaba sentada al lado suyo y les digo que no.  Iba con un niño que se pasó las dos horas diciendo que tenía que ir al baño, y ella no le hizo ni caso. Sólo se volvió para decirle que a ver si se callaba y se estaba quieto de una vez. Lo que es ésa, tenía el corazón como una hiena. Todos los que lloran como cosacos con esa imbecilidad de películas suelen ser luego unos cabrones de cuidado. De verdad.

9. Reflexión sobre los tipos aburridos, capítulo 17
Pero si le aguanté como compañero de cuarto durante dos meses a pesar del latazo que era, fue porque silbaba tan bien, mejor que ninguna otra persona que haya conocido jamás. Así que hay que tener un poco de cuidado con eso. Quizá no haya que tener tanta lástima a las chicas que se casan con chicos aburridos. Por lo general no hacen daño a nadie y puede que hasta silben estupendamente. Quién sabe. Yo desde luego no.

10. Planeando huir hacia el Oeste, capítulo 25.
Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo y así no tendría que hablar.  Si querían algo, tendrían que escribirlo en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y no tendría que hablar el resto de mi vida. Pensarían que era un pobre hombre y me dejarían en paz. Yo les llenaría los depósitos de gasolina, ellos me pagarían, y con el dinero me construiría una cabaña en algún sitio, y pasaría allí el resto de mi vida. La levantaría cerca del bosque, pero no entre los árboles, porque querría ver la luz todo el tiempo. Me haría la comida, y luego, si me daba la gana de casarme, conocería a una chica guapísima que sería también sordomuda y nos casaríamos. Si llegábamos a tener hijos, los esconderíamos en alguna parte. Compraríamos un montón de libros y y les enseñaríamos a escribir nosotros solos.